Ayer por la noche en esos ratos lúcidos antes de dormir en los que a veces, no siempre, bullen las ideas y saltan y dan volteretas divertidas y ocurrentes, intento atraparlas para recordarlas y escribirlas, y pensaba, después de haber visto "Doce años de esclavitud" en las tres últimas películas que he visto sobre los negros norteamericanos (el eufemismo afroamericano me pone casi tan nerviosa como llamar peques a los niños; manías lingüísticas) y en dos libros del mismo tema. Además de mi libro sobre el urbanismo Norteamericano que, aunque no lo parezca tiene mucho que ver en esta historia y ese no salta en mi cabeza está incrustado en ella, y surge a la primera de cambio.
Supongo que no es casualidad que éstas hayan aparecido en los últimos años en los que Estados Unidos está gobernada por un apuesto presidente negro de artística y fotogénica sonrisa blanca.
Me quedo, como en las exposiciones, con las siguientes imágenes de cada una:
De "Doce años de esclavitud" el entierro de uno de los esclavos y el canto desgarrado y apasionado sobre san Juan , y la necesidad de sentirse dignos, al menos en la muerte. La otra escena aquella en la que Platz rechaza los favores sexuales de Lizzy y a cambio le da placer a ella, elevándola y haciéndole sentir por una vez en su vida, que es mujer y no sólo propiedad de su amo. Propiedad de su amo.
Bueno vale y Brad Pitt, que una no es de piedra.
De"Criadas y señoras", me encantó el retrato de la cínica sociedad de clase media norteamericana asentada en esos barrios idílicos, ese sueño norteamericano del single family home construido gracias a las ordenanzas de zonificación que separaban y separan "usos" ergo personas, eso es gran parte del patrón oculto del USbanismo, una aparente técnica objetiva, muy objetiva que no hace más que decidir disimuladamente, aquí sólo viven blancos de clase media y nadie más. Y ¡cómo no¡, la escena de la tarta hecha con caca.
De "El Mayordomo" que me recordó un poco a Forrest Gump pero en clave racista, las escenas en las cafeterías, y creo que ese día estaba muy cansada porque la vi hace poco y no recuerdo nada más impactante, o a lo mejor es que no lo tenía.
La novela "Ciudad abierta" de Teju Cole, muy muy posmoderna describe el deambular físico y psicológico de un psiquiatra nigeriano que pasea Nueva York, ciudad abierta como su alma y en ella encuentra como "la fútil tarea de ordenamiento se prolongaba hasta que las formas empezaban a ensamblarse y adoptar formas abstractas sin relación con la ciudad real, y sólo entonces el frenesí de mi mente, mostraba cierta piedad, y se aquietaba y dejaba paso a un sueño sin sueños"; bello. Y en esa ciudad abierta a pesar de ser un negro culto, cultivado, profesional cualficadísimo, es mirado,o se siente mirado, con recelo en una sala de conciertos, y le llaman hermano en Harlem, a pesar de que terminen dándole una paliza. Me quedo pues con lo bien que refleja esos contrastes tan norteamericanos, a pesar de Obama.
Y de "Lo que no supe que decirte" de Elisabeth Nunez, en la que describe igualmente la desubicación, la búsqueda de uno mismo en los orígenes donde ya no encontramos nada, y una cita que me hubiera ahorrado los seis años de trabajo de mi libro pues lo resume poéticamente:
"En América, el crisol, y en otros lugares, las ciudades se dividen en los nítidos parches de un edredón elaborado. Los colores se van destiñendo desde el centro hacia afuera: el negro se convierte en distintos tonos de marrón, café con leche, y luego blanco, cuando los colores llegan a las afueras.
(...) A la hora del almuerzo en las escuelas primarias de Nueva York y en el resto del país, los niños, que aún no han llegado a la adolescencia, se congregan en grupos alrededor de las mesas, con el color de la piel tan definido y limitado como los cuadros blancos y negros de un tablero de ajedrez".