Cena en casa de unos amigos muy admirados por su coherencia, su alegría, su formación y su capacidad de transmisión natural, encarnada, vital, existencial. No hay fisuras son lo que dicen ser, un ejemplo.
Otro matrimonio, menos conocido pero igual de ejemplar muestran con sencillez la importancia de no darse importancia de dejarse hacer, de permanecer, constantes con perseverancia sin aspiraciones propias y ombligueras.
Un sacerdote polaco con una frescura arrolladora, con ganas, imaginación y creatividad al servicio del más grande; carisma, fuerza y entrega. Hablamos de sopas polacas, de cine, de niños de historia.
Y tras una breve conversación sobre el aparente topicazo y frase hecha del 'todo sufrimiento es para bien' 'nunca sabemos porqué y para qué'...
Engancho con una madre joven, Giorgina, madre primeriza que busca educación y formación y...nos miramos y nos vemos identificadas. Me veo quince años atrás con grandes dudas, con ese anclaje y a veces esclavitud que nos da el habernos educado en grandes colegios, con el miedo a lo desconocido, con la cabezonería monorail de quién sin mala intención sólo da por buena una opción... la que no encaja con el nosotros familiar sino con mi 'yo' infantil crecidito del que tanto cuesta salir porque seguimos siendo nosotros.
Y le cuento y me mira y sonreímos, nos sonreímos, y casi lloramos porque ella buscaba alguien en quien mirarse y yo alguien a quien mirar y poder ayudar y sacar verdad y bien del dolor, de la frustración, de la terquedad del alma.
Puf. Vaya regalito de Navidad adelantado.
sábado, 12 de diciembre de 2015
La sonrisa de Giorgina
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