Mi queridísima Irene; maestra.
Eras y eres especialista en aunar, en provocar encuentros verdaderos en llevarnos a la verdad.
Eras aquí y eres allá la reina de la sonrisa y con ella y en ella te transformaste y nos transfiguras.
Eras aquí y segura que eres allá señora de una amplia morada acogedora y llena de vida, mucha vida.
Pero hoy querida te digo que aquí hemos vivido la lectura de una tesis doctoral inversa y esta ha sido tu jugada maestra.
Desde arriba que se dirige mucho mejor has hecho que los maestros se hicieran discípulos y con una humildad y una sencillez sobrenaturales, sí sobrenaturales, que los engrandece y los hace inconmensurables, verdaderos titanes han tomado tu legado y lo han expuesto tal cuál es. Sin alardes, sin medallas que colgarse, sin la atribución de sus propios méritos, que los tienen.
Y además no has tenido que descender a la formalidad del texto académico que pudiera encorsetar tu verdad sino que nos la has dejado al natural y por ello es más tuya que nunca. Qué jugada, querida, qué jugada maestra.
Y todos llorándote y sonriendo al tiempo. Escuchando el libro de la sabiduría cómo Palabra pensada para ti y contemplándote en una de sus moradas en un prado, en un mar a veces verde, otras azulado. Y llena y rodeada de belleza de alegría.
Gracias Irene. Gracias por tu vida. Gracias por tu legado. Intercede por nosotros que no sabemos ver desde arriba como tú lo hacías aquí, como tú lo haces Allá.
martes, 22 de noviembre de 2016
!Qué jugada!...maestra.
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