sábado, 1 de enero de 2022

Boceras.

Festejamos la Navidad. Ruido, silencio, tradiciones que se repiten, liturgias familiares, nos mostramos como somos, en nuestras grandezas y en nuestras miserias.
Un año más se nos pasa por alto el misterio. No alcanzamos. Lo bordeamos,  como de refilón. Nos viene grande algo tan pequeño y nos lo tomamos a cuento o más bien como un cuento. La narrativa dulzona en rojo y verde. 
Misa de Navidad. Otro milagro. El Eucarístico ante al que estamos denasiado bien acostumbrados. Pero a veces cuando nos postramos, cuando el Adeste Fideles vibra en nuestro corazón, casi sin esperarlo el alma estalla y rebosan lágrimas de agradecimiento, y brota, brota ese sentirse vivo, brota el deseo de trascender, brota la fe, en rojo y verde y en todos los colores. Y ahí lo echamos todo; el ruido, el silencio, la liturgia nuestro siempre tropezar, nuestras ganas de levantar. 
Hoy tenías una bocera y al echarte la pomada movías los labios, pegaditos con un gesto graciosísimo y me recreo en ese gesto que tontamente me emociona y me hace escribir esto porque también la vida, vuestra vida Rafa, Almu, Marta, Ignacio, Juancho es un regalo. Que el ruido o los silencios no me hagan perder ni un solo de esos gestos pequeños, íntimos en los que todo cobra sentido. 
Feliz Navidad. Feliz 2022.