lunes, 25 de noviembre de 2013

Irene. 2 Corintios 1, 3-5.

Querida Irene:
Te has ido por la puerta grande y nos has reunido, como bien sabías hacerlo en torno a lo más importante, el amor, la amistad, la belleza. Aunque nos cuesta mucho, mucho más que a ti comprenderlo, encajarlo, asumirlo, vivirlo con su intensidad verdadera y con la trascendencia esperanzadora necesaria para ver de verdad. Qué limitaditos somos, qué corteza de miras, que rebelión interna, danos tu paz Irene esa que da tu nombre.
Pero además de tu paz yo quiero tu sentido del humor, y quiero recordar y reírme contigo para atraparte un poco, para no perderte.
Te conocí en una reunión de la entonces Asociación Mujer, Familia y Trabajo y recuerdo el ataque de risa cuando a la vista del típico pepito de crema grasiento, gordo y bien relleno, lo cogiste con la mano, levantando el dedo meñique ofreciendo a las demás "¿Queréis un petit choux?, y como esas tantas, ese humor tan vital, tan en la tierra, tan vivo, chisposo, inteligente y sagaz.
Todo este embarazo te he vivido muy cerca y no dejaba de sorprenderme tu insistencia en el abandono, que no en la dejadez, y en ese abandono creativo viviste el nacimiento de Juan con la certeza de que no era sólo tuyo, y al tiempo tan tuyo, me recordabas a las palabras de María en Barionná cuando toma en sus brazos por primera vez al Niño Jesús, esas palabras -¿te acuerdas?- que Carmen y yo te mandamos a la vez y sin saberlo para que escribieras en tus felicitaciones de Navidad, qué tuyas se hacen ahora.
Querida Irene gracias por tu generosidad, por esas maravillosas bolsas de ropa que hemos estado recibiendo en casa como si llegaran los Reyes Magos, gracias por pensar en las necesidades de los demás y hacerte presente en ellas dando con sencillez, sin complicaciones, con tu naturalidad y tu sonrisa, ¡tan grandes¡
Querida Irene gracias por la última mañana que pasamos contigo conociendo a Juan, por mostrarnos tu debilidad y tu impotencia ante el sufrimiento, gracias por leer en nuestras almas, por regocijarte, regodearte, alegrarte y gritar de susto ante el nacimiento de mi sexto hijo, gracias por tus palabras consoladoras, sabias y realistas, gracias por mostrarme que el Señor nos regala pero quiere que demos fruto, y  en mi caso parece que abundante...
Gracias por tu último mensaje que fue Palabra  de Dios, y que es reflejo del maravilloso momento de tu alma, que eran tus ojos, y tu sonrisa y toda tu belleza de dentro a fuera y de fuera a dentro:

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo¡ El nos alienta en nuestra luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de  Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo¡.




No hay comentarios:

Publicar un comentario